En la actualidad hay tres términos que cada vez se oyen con más frecuencia en los medios de comunicación y que las empresas manejan con una ligereza increíble como sello de su categoría social. Me refiero a la Responsabilidad Social Corporativa (R.S.C.), la Paridad y la Conciliación.
Hoy, desgraciadamente, estamos en los tiempos de la crisis, pero hace unos años eran los tiempos de la solidaridad, donde la adopción de un niño extranjero resultaba sólo un símbolo de status social. A nivel empresarial, el equivalente es constituir un departamento de R.S.C., da lo mismo el tamaño de la empresa y la actividad a la que se dedique. Las empresas grandes, especialmente las multinacionales y los bancos, es lógico que debido a los ingresos que generan, reviertan una parte de sus beneficios para los más desfavorecidos, bien a través de fundaciones o a través de estos departamentos; pero que lo hagan las empresas pequeñas de dudosa rentabilidad, me parece un esnobismo total.
Y qué decir de la paridad, término acuñado hace unos años por los sectores progresistas que se ha ido imponiendo poco a poco en el panorama político y empresarial español. Además parece que en período electoral, la igualdad entre mujeres y hombres es el tema recurrente del que todos se acuerdan, aunque sólo para lo que les interesa. Se acuerdan los que han gobernado, gobiernan o gobernarán –o aspiran a ello- y también los que dirigen –u ocupan cargos directivos-. Todos conocemos empresas que se han subido a este carro de modernidad y de repente se dan cuenta de que, por ejemplo, el nivel de gerencia lo ocupan sólo hombres y, ¡vaya!, no cumplen con la paridad. Se me ocurren varias alternativas para solucionar el problema. Una sería nombrar el mismo número de mujeres para que ocupen el cargo de gerentes ya existentes equiparando los niveles salariales; resultaría ruinoso. Otra podría ser sustituir la mitad de los actuales gerentes por mujeres, pero ¿qué hacemos con los cesantes? Crearía gran malestar. Y ya para rematar, ¿dónde buscamos a las gerentes? Si las contratamos de la calle, las empleadas de la empresa se molestarían, y si las promovemos a ellas ¿qué sucede? ¿de repente han descubierto su valía hasta ahora ignorada? ¿qué criterios regirían el ascenso? Conclusión: la paridad únicamente genera malestar.
Y bueno, finalmente, nos referimos a la conciliación de la vida laboral y familiar. Éste sigue siendo el objetivo actual de muchas empresas y que, de lograrse, supondría que los empleados no consideraran el trabajo como un obstáculo para su vida familiar. De un tiempo a esta parte, está muy de moda hablar de conciliación, tanto que hay empresas que en algún momento de su trayectoria tuvieron la desfachatez de presentar en el Congreso de los Diputados una ponencia sobre este tema, ¡qué poca vergüenza! Incluso se jactan de haber ocupado durante algunos años consecutivos un lugar en el ranking de “Best Workplaces” como una de las mejores empresas para trabajar en España, lo que me hace poner en duda la seriedad de tal galardón. Se creían que maquillando algunas de las muchas irregularidades que cometían, favoreciendo a algún colectivo minoritario de empleados y promoviendo medidas que sólo cumplían la primera semana, se creían que por eso era una empresa ejemplar, paladín de la conciliación. Afortunadamente, aunque nos siguen martirizando con su publicidad, ya no aparecen como una empresa estupenda para trabajar. ¡Qué tranquilidad!
Supongo que es muy complicada la consecución de cualquiera de estos logros, ya sea la paridad, la conciliación o la R.S.C., pero siempre resultará más honesto considerar a los demás como personas y no como números, máquinas o, lo que es peor aún, como ganado, o simplemente un objetivo de marketing.
En fin, es por eso que cada vez que leo una noticia en la que se menciona alguno de estos términos, pienso que ya estamos ante otra empresa que está intentando limpiar su conciencia de cara a la sociedad.